Artemisa volvió a pintarse los labios de rojo, (por seguir haciendo honor a la cifra, que afirma que en tiempos de crisis se venden más pintalabios), le preparó la cena al cachorro, llamó a su madre a ver cómo iban, se calzó sus bailarinas de purpurina, se puso su mejor abrigo, obligó a su sister, pese a su avanzado estado de gestación, a que la acompañará (gracias), y quedó con Carrie en la puerta de Kiehl’s.
Allí se plantaron las 3, tan solo a disfrutar, a ver la iluminación de la ciudad,
a sentirse cenicientas, divinas y poderosas por una noche, a comer un caldito caliente preparado por la cocinera Carme Ruscalleda,
a decir has visto a “x”, es del blog “y”, a conseguir un ejemplar de Harper’s Bazaar que pesaba una tonelada y que no cabía en ningún bolso, a escuchar música estridente en todas la tiendas (¿por qué?), a pisar un Paseo de Gracia decorado para su mejor película, a degustar un ginfizz fabuloso en la tienda de Oysho,
a comprar muy poco, no es el mejor día para comprar, a disfrutar de otra noche de chicas, a cotorrear de moda, blogs, maridos, hijas, madres, suegras, cosméticos, a constatar que la sesión del año pasado fue menos frugal en lo que aperitivos se refiere, que este año el termómetro tenía 2 cifras y que por tanto mucha más gente tomó la calle, y acabar con una cerveza y tres pinchos en QUQU como el año pasado, en definitiva a olvidar por un rato el “está todo mal”.
Cabe decir que glamour por supuesto que había y mucho, pero se echaban de menos las tiendas de lujo lujo, las de verdad, su Chanel, su Gucci, su Hermès…., vamos las del Olimpo, en las que nunca entras porque piensas que llevas escrito en la frente “no puedo comprar nada”, y eso las dependientas lo huelen como los perros huelen el miedo.
Cartier se digno a honrarnos con sus puertas abiertas
¿Os ha gustado la crónica? A ver si al año que viene Artemisa se encuentra entre las blogueras oficiales, estamos trabajando en ello.