EL TIEMPO ENTRE COSTURAS

Artemisa ha tomado prestado el título de este libro para hacerle un pequeño homenaje a una amiga de la infancia, que no está pasando su mejor momento. Está completamente segura de que no lo va a leer, ni tan solo sabe de la existencia de este espacio, personal, modesto, con cabida siempre a las risas y las crónicas divertidas, pero que también tiene su lado humano. Nuestra Sira particular creció y se crió a muy pocos metros de la casa de Artemisa, en el piso de abajo, y además de sus madres intercambiar ideas en el portal del edificio (cotillear hablando con propiedad) o practicar la cocina fusión, como Artemisa os explicó aquí, Sira y Artemisa eran amigas. Artemisa la recuerda con 16-17 años con una figura increíble, de perfectas proporciones, pelo castaño y ojos verdes. Artemisa algunos sábados, ociosa, se bajaba a su casa a pasar el rato, y entonces acudía atónita al milagro, observaba como su amiga era capaz de abrir su armario, echar un vistazo rápido, llegar a la conclusión que no tenía nada que ponerse para salir esa tarde-noche, coger un trozo de tela, simple, mísera y sin importancia, y pasarse toda la tarde corta-hilvana-prueba-cose-plancha-estrena-falda. Pensad que para las que se hacen el dobladillo de los pantalones con una cinta adhesiva, eso era too much, aún lo recuerda fascinada. Tampoco puede olvidar las vísperas de San Juan, Noche Vieja o Carnaval viéndola coser hacendosa su ropa, la de su hermana o la de cualquiera. Pues bien, ahora a su amiga, el único trozo de tela que puede preocuparla sea el que cubre su cabeza, para no impresionar a sus hijos pequeños. 

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