OLAS

Cuando Artemisa era pequeña, por su casa corría un libro titulado “Océanos” regalo de alguna entidad financiera, (cuando éstas regalaban algo, y no se limitaban a cobrar comisiones nada más entras por la puerta), la portada de éste era una ola gigantesca, esa imagen le producía cierto temor y muchas noches recuerda haberse ido a la cama presa del miedo, que una ola gigante la acechara, y la revolcara como hacía en la playa, haciéndole comer arena, perdiendo el control de su cuerpo o metiéndole granitos de tierra por todas las partes más insospechadas de su anatomía. O mucho peor, que la ola llegara hasta el tercer piso en el que vivía por aquel entonces, preguntó a sus padres, intentó leer el libro para obtener una respuesta y poder dejar apartados sus temores, pero era demasiado científico para una niña de su edad.  No obstante, se consolaba con que viviendo en una ciudad con mar, su casa estaba a más de dos kilómetros de la playa, y en un tercer piso, por Dior!!! Tal vez podía estar a salvo, aunque las olas fueran de más de diez metros, una medida sumamente alta para una niña de su edad. Sí, lo sabemos, cuando eres niño te preocupas de lo más insospechado, algunos se preocupaban por la picaduras de cobras o anacondas y ella por las olas gigantes. Artemisa creció, comprendió que el mar mediterráneo no era muy proclive a ese tipo de fenómenos, su mente buscó otros temores a los que hacer frente  (como por ejemplo; los kilos o si encontraría un marido que pagase sus caprichos, os anticipo que no lo encontró). Sin embargo, Artemisa viendo las imágenes de lo acontecido los último días en las costas de Japón, asistiendo atónita al espectáculo de como las olas arrasaron hasta 28 kilómetros tierra adentro, a Artemisa le volvió a invadir ese miedo antiguo, tan infantil, pero no por eso menos aterrador.

Katsushika Hokusai -La ola-